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22 Jun 2006
Actualidad (zona pública) Luis Gayo de Arenzana.

En la sección de firmas del diario ABC de hoy, nuestro compañero Santiago Foncillas honra la memoria de Luis Gayo de Arenzana, triste e injustamente fallecido hace menos de dos meses, con unas palabras que reproducimos a continuación:

"LUIS GAYO DE ARENZANA.

Nacido el 5 de Diciembre de 1929 y fallecido el 12 de Mayo de este año, Luis Gayo de Arenzana, hijo y padre de Abogados del Estado, ha sido uno de los más ilustres miembros de este Cuerpo, cuyo ciento veinticinco aniversario se ha celebrado este año, tras ser fundado por Juan Francisco Camacho para acabar con la dispersión de los elementos de consulta de Derecho y de defensa que existían entonces en el Ministerio de Hacienda. Esta finalidad motivó su vida profesional. Era tal su vinculación y su dedicación al Cuerpo de Abogados del Estado que fue preparador y Presidente del Tribunal de Oposiciones a este Cuerpo.

Estudió la carrera de Derecho en la Universidad de Madrid, terminándola en sólo cuatro años, a los veinte años de edad, y obteniendo el Premio Extraordinario de Licenciatura y el Premio Montalbán al mejor expediente académico. Ingresó en el año 1957, con el número uno de su Promoción, en el Cuerpo de Abogados del Estado, y entre otros destinos estuvo durante treinta y cinco años prestando servicios en el Tribunal Supremo, primero en la Sala Tercera de lo Contencioso y después, y hasta su jubilación, en las Salas Primera de lo Civil y Segunda de lo Penal. En el año 2003 fue distinguido por el Iltre. Colegio de Abogados de Madrid al cumplir sus Bodas de Oro como miembro del mismo.

En su vida profesional al servicio del Estado, llevó asuntos de la máxima transcendencia e importancia, defendiendo en todo momento con el más absoluto rigor e imparcialidad los intereses del Estado, ajeno siempre a cualquier consideración política. Maestro de todos, su prodigiosa pluma y oratoria excepcional marcaron época en el Tribunal Supremo, donde compañeros y Magistrados se preciaban de seguir aprendiendo releyendo sus escritos o acudiendo a escuchar sus informes ante la Sala Primera o Segunda. Por sus servicios fue premiado con la Cruz de San Raimundo de Peñafort y por sus méritos fue nombrado en mayo de 2000 Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

Luis compaginó sus servicios al Estado con el ejercicio privado de la profesión de abogado, en su Despacho de la calle Lagasca. Tenia un despacho como los de antes, de los pocos que todavía existen, en los que todos los temas, desde los más complejos e importantes hasta los más insignificantes, los estudiaba, analizaba y defendía personalmente, sin la ayuda de ningún otro colega, con la única colaboración de Angelines, su secretaria, quien durante treinta años estuvo siempre a su lado. Conocedor exhaustivo del Derecho Público y Privado y dotado de una memoria e intuición privilegiadas, pergeñaba con gran rapidez sus razonamientos desde los puntos de vista más acertados y completos. Autentico jurisconsulto, hizo del estudio de la Ciencia del Derecho y de la defensa de la Ley su verdadera y única profesión, en la que con verdad puede decirse que al margen de todas las otras distinciones, alcanzó en el mundo del Foro, el reconocimiento a su eminencia.

Jamás utilizo las técnicas al uso en algunos despachos, de captación de clientes a través de las relaciones sociales. Su único reclamo eran la confianza que inspiraba y el éxito que obtenía ante los Tribunales. Su despacho fue creciendo armónicamente, como ocurre con las obras bien hechas. Su desaparición significa, con toda probabilidad, el fin de un modelo de despacho y una forma de actuar difícilmente repetible y sin embargo necesarios para los asuntos más complejos, como bien saben las grandes empresas.

Luis era una persona plácida, alegre, de enorme simpatía y vitalidad, dotada de una potencia cognoscitiva que le permitía entender y comprender fácilmente a su interlocutor. Recto y honrado en su proceder, fue siempre leal en el desempeño de sus funciones públicas y guardó también la debida fidelidad a las personas con las que se relacionó.

Hombre metódico, su modo de hacer y de decir respondían siempre a un orden establecido. Nunca hubo nada confuso, ni en su conducta, ni en su dialéctica. Hablar con él de Derecho, de Política o de cualquier otro tema, era una inmersión en el sosiego y en la serenidad. Toda su vida fue, en verdad, un discurso inteligente.

La familia fue la vocación más importante para Luis. Le gustaba disfrutarla sin gente extraña, en la intimidad. Se sentía a gusto como jefe de ella y nada que concerniera a sus dos hijos, María Elena y Luis, o a sus cuatro nietos, le resultaba indiferente. Compartió con su mujer Elena, la vida sencilla y alegre de la familia hasta el último día de un matrimonio feliz que duró cuarenta y seis años, después de diez de noviazgo. También aquí su lección fue ejemplar, porque dedicó todo el tiempo necesario para poder quererlos a todos y mantenerlos unidos. Se fue en plena madurez profesional. Nunca, podremos saber hasta dónde hubiera llegado con su forma tan artesanal de llevar un despacho que yo considero modélica para los grandes asuntos.

Su familia, de la que tan orgulloso se sentía, tiene el consuelo de saber que vive realmente contemplando la Verdad tal cual es. El Cuerpo de Abogados del Estado, el Colegio de Abogados de Madrid, y todos los que le conocimos, hemos perdido un testimonio vivo de rectitud, competencia y lealtad. Era, en fin, una persona excepcional

Hombres así, enriquecen la sociedad en la que han vivido.

Santiago Foncillas Casaús"



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